Era la primera frase que tenían que decirse.
En un escenario empezó todo.
Allí, se conocieron,
fingieron que se amaban,
se besaron.
Murieron.
Una, y otra, y otra,
y otra vez.
En el teatro interpretaban al hombre y a la mujer de fuego.
A su alrededor, todo era tierra quemada,
y a ellos no les importaba.
Él veía que ella brillaba,
ella veía en él que volaba.
Al final de la obra, se tenían que tirar de un precipicio.
¿Qué pasaba?
Pues que se habían hartado de quemarlo todo a su paso,
así que se asomaron,
admiraron
y
acabaron.
Hay gente que opina que ese amor era una bendición,
otros, que era una maldición.
Permíteme un consejo.
Cierra los ojos
cuenta hasta diez
y que empiece
la
función.
Lunas y cálidas noches.
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