Últimamente he agregado muchas cosas.
Número de teléfono nuevos, gente en insta y twitter.
Sticker que no son míos, sticker que sí lo son.
Filtros para parecer más alegre.
Y más triste.
He agregado horas sin dormir, horas sin verte.
Heridas que sangran,
puñaladas en el vientre.
He agregado y no he borrado.
Espero no hacerlo.
No al menos ahora, que estoy "contento".
miércoles, 11 de diciembre de 2019
jueves, 19 de septiembre de 2019
Cuernos.
Acabo de volver hacia atrás. Unos 8 años, para ser exactos.
He vuelto al instituto. He vuelto a estudiar algo que... me gusta(?)
Aún no lo sé.
Vuelvo con otro cuerpo, otra cabeza.
Lo veo todo más claro. Hay gente trabajando,
no jodiendo.
Hay niños rotos, niñas celosas.
Porterías vacías, profesores sin potra.
Nada es como antes. Yo soy el que más ha cambiado.
Toca partirse los cuernos.
Toca levantarse a darlo todo o nada.
No hacer el tonto.
No perder eso que vale tanto.
Tiempo.
Llevo dos relojes, cada uno en una muñeca, a modo de grilletes.
Me he convertido en esclavo.
Ahora que lo pienso, estoy empezando más de una cosa.
Todo con la misma predisposición.
Dejo a un lado el dolor, por fin.
También los colores
ya que, mis grises,
han pillado
tu color.
Lunas noches.
He vuelto al instituto. He vuelto a estudiar algo que... me gusta(?)
Aún no lo sé.
Vuelvo con otro cuerpo, otra cabeza.
Lo veo todo más claro. Hay gente trabajando,
no jodiendo.
Hay niños rotos, niñas celosas.
Porterías vacías, profesores sin potra.
Nada es como antes. Yo soy el que más ha cambiado.
Toca partirse los cuernos.
Toca levantarse a darlo todo o nada.
No hacer el tonto.
No perder eso que vale tanto.
Tiempo.
Llevo dos relojes, cada uno en una muñeca, a modo de grilletes.
Me he convertido en esclavo.
Ahora que lo pienso, estoy empezando más de una cosa.
Todo con la misma predisposición.
Dejo a un lado el dolor, por fin.
También los colores
ya que, mis grises,
han pillado
tu color.
Lunas noches.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Hazme el favor. ┼ ┼ Insomnio PT1. ┼ ┼
Hazme el favor de liquidarme.
Destrúyeme a abrazos, de esos que dejan huella.
Mátame a besos, no a mentiras.
Inúndame a caricias, no a ilusiones.
Destrózame a mordiscos, por favor.
Te suspiro,
te pienso,
te susurro,
te confieso,
te gimo, (sobre todo esto),
te cuento,
te sueño,
te vivo,
te siento,
me muero.
Eso sí, tienes una cosa mala.
Una cosa que me molesta, y no poco.
No he compartido ninguna madrugada (entera) contigo, así que,
hazme el favor.
Lunas noches.
Destrúyeme a abrazos, de esos que dejan huella.
Mátame a besos, no a mentiras.
Inúndame a caricias, no a ilusiones.
Destrózame a mordiscos, por favor.
Te suspiro,
te pienso,
te susurro,
te confieso,
te gimo, (sobre todo esto),
te cuento,
te sueño,
te vivo,
te siento,
me muero.
Eso sí, tienes una cosa mala.
Una cosa que me molesta, y no poco.
No he compartido ninguna madrugada (entera) contigo, así que,
hazme el favor.
Lunas noches.
lunes, 2 de septiembre de 2019
Lamerse.
Perder no debe ser motivo de vergüenza.
Uno se cae, se lame las heridas, y
para arriba.
No hay de otra.
Perdemos contra otra gente, contra nosotros mismos, contra el propio destino.
¿Quizás me he expresado mal?
No perdemos contra algo o alguien. Perdemos, si es verdaderamente algo importante, con ese algo o alguien.
No perdemos solos, por mucho que nos empeñemos en pensarlo.
Hay que meter los pensamientos de odio en un cajón con llave y tirarla donde jamás se encuentre.
Eso sí, no olvidemos cerrar ese cajón antes de que la esperanza sea lo único que nos quede.
Metería en una bola de nieve los malditos recuerdos.
Para agitarla a ratos.
Para romperla si quiero.
Metería mis complejos en frascos pequeños y te los daría
para que los quisieras o los abandonaras.
Ponlos en esa estantería tan fea que tienes en tu cuarto. Todo feo. Todo bien.
Cuando acabara de curarme, te lamería cada rincón hasta que dijeras "PARA".
Qué ganas de morderte la sonrisa, de partirte el alma.
Ojalá perderme entre tus piernas
y que nunca
me
encontraras.
Lunas noches.
Uno se cae, se lame las heridas, y
para arriba.
No hay de otra.
Perdemos contra otra gente, contra nosotros mismos, contra el propio destino.
¿Quizás me he expresado mal?
No perdemos contra algo o alguien. Perdemos, si es verdaderamente algo importante, con ese algo o alguien.
No perdemos solos, por mucho que nos empeñemos en pensarlo.
Hay que meter los pensamientos de odio en un cajón con llave y tirarla donde jamás se encuentre.
Eso sí, no olvidemos cerrar ese cajón antes de que la esperanza sea lo único que nos quede.
Metería en una bola de nieve los malditos recuerdos.
Para agitarla a ratos.
Para romperla si quiero.
Metería mis complejos en frascos pequeños y te los daría
para que los quisieras o los abandonaras.
Ponlos en esa estantería tan fea que tienes en tu cuarto. Todo feo. Todo bien.
Cuando acabara de curarme, te lamería cada rincón hasta que dijeras "PARA".
Qué ganas de morderte la sonrisa, de partirte el alma.
Ojalá perderme entre tus piernas
y que nunca
me
encontraras.
Lunas noches.
jueves, 29 de agosto de 2019
Nunca dejarás de ser una niña.
La niña de los ojos de otra galaxia,
la que desespera por un poco de esperanza,
esa que sueña con dejar de soñar
y que se ilusiona con una gota de rocío.
la que desespera por un poco de esperanza,
esa que sueña con dejar de soñar
y que se ilusiona con una gota de rocío.
La niña que se muerde las uñas
porque se le agota la paciencia,
que la vida lleva demasiado tiempo
haciéndole promesas que dice que cumplirá mañana.
La que sabe que la curiosidad mató al gato,
pero también sabe que murió sabiendo.
porque se le agota la paciencia,
que la vida lleva demasiado tiempo
haciéndole promesas que dice que cumplirá mañana.
La que sabe que la curiosidad mató al gato,
pero también sabe que murió sabiendo.
La niña del regaliz de fresa,
y es que, no deja de ser eso, una niña
que no sabe cuándo callarse
y no sabe cuándo declarar la paz,
que tiene la lengua muy larga y la falda muy corta,
que lleva una espada envainada en cada costilla,
que es presa del miedo y cada día le suplica
que no la deje sola, que ya solo le queda él.
y es que, no deja de ser eso, una niña
que no sabe cuándo callarse
y no sabe cuándo declarar la paz,
que tiene la lengua muy larga y la falda muy corta,
que lleva una espada envainada en cada costilla,
que es presa del miedo y cada día le suplica
que no la deje sola, que ya solo le queda él.
La niña de las cartas, las margaritas y el olor a lluvia,
que todavía cree en la magia,
aún habiéndose quedado sin su polvo de hada,
que todavía cree en el amor
aunque hace tiempo que parece
que solo sirve para vomitar poesía.
que todavía cree en la magia,
aún habiéndose quedado sin su polvo de hada,
que todavía cree en el amor
aunque hace tiempo que parece
que solo sirve para vomitar poesía.
La niña de los libros,
porque vislumbra que aún no ha encontrado su mundo,
que tiene que estar perdido entre la literatura barata.
La que lucha por la revolución
y la que se cae cuatro veces por día
pero se levanta cinco.
La que ha firmado una amnistía con las noches,
porque sabe que sus monstruos se asoman a las 12
para ver las estrellas que ella dejó de sentir en su interior.
porque vislumbra que aún no ha encontrado su mundo,
que tiene que estar perdido entre la literatura barata.
La que lucha por la revolución
y la que se cae cuatro veces por día
pero se levanta cinco.
La que ha firmado una amnistía con las noches,
porque sabe que sus monstruos se asoman a las 12
para ver las estrellas que ella dejó de sentir en su interior.
que tiene la memoria manchada de sueños que se creen recuerdos,
y que ya no entiende,
qué es verdad
y
qué no.
Lunas noches.
martes, 27 de agosto de 2019
Sorpresa.
Después de sanar cicatrices, vienen los ibuprofenos.
No queremos infecciones ni dolores, queremos.
A secas. Mojándonos los labios con lo primero que tenemos a mano.
Ojalá y sea tu culo.
Bajo con mis peores galas.
Me entero, después, que así es como te gusto.
Niña, yo no sé por qué te quitas, si sabes que me tienes de rodillas.
Tú solo quieres perderte y yo sé que si voy corriendo, tú,
me pillas.
Se coge el coche para ir por gasolina.
El amor estaba lleno. Las ojeras, vacías.
Tiro colchón al suelo para acabar durmiendo solo.
Trato de rasparte las costillas con algún chiste subido de tono.
Me miras raro, te apartas.
No me vienes a ver sin avisarlo,
vas a ver qué te tira.
Me dijiste que ninguno tiene el mando,
pero,
sorpresa,
es mentira.
Lunas noches.
No queremos infecciones ni dolores, queremos.
A secas. Mojándonos los labios con lo primero que tenemos a mano.
Ojalá y sea tu culo.
Bajo con mis peores galas.
Me entero, después, que así es como te gusto.
Niña, yo no sé por qué te quitas, si sabes que me tienes de rodillas.
Tú solo quieres perderte y yo sé que si voy corriendo, tú,
me pillas.
Se coge el coche para ir por gasolina.
El amor estaba lleno. Las ojeras, vacías.
Tiro colchón al suelo para acabar durmiendo solo.
Trato de rasparte las costillas con algún chiste subido de tono.
Me miras raro, te apartas.
No me vienes a ver sin avisarlo,
vas a ver qué te tira.
Me dijiste que ninguno tiene el mando,
pero,
sorpresa,
es mentira.
Lunas noches.
miércoles, 21 de agosto de 2019
¿Cuándo reina el gris?
Dos hermanos, peleados por un trono.
Uno lo quería para hacer la guerra.
El otro, para hacer el amor.
Ambos con la enemiga.
Yo, consejero, (bastante irónico), les digo:
"Podríamos llegar a un acuerdo. Una corregencia haría de este reino algo grande".
"¿Entre quién? Dos hombres no pueden reinar, ni aunque fueran hermanos."- Dijo el de la guerra.
"Bueno, la mujer de su hermano seguro y estaría dispuesta a reinar junto a usted, mi señor".- Dije sin estar muy seguro.
Miro al del amor. Su cara me tranquiliza pero me preocupa.
Triste, pero sonriendo.
Esa expresión quedaría en mi cabeza hasta que se desprendiera de mis hombros por alguna hoja justiciera.
"¡De acuerdo!".- Exclamó el de la guerra- "Habrá corregencia, pero también habrá guerra y amor con nuestra enemiga".
"En eso consiste quererse...".- Pensé para mí.
Roto, pero sonriendo. Ese era mi estado después del pacto.
A los años, tuve un hijo, que, con todas mis ganas, tutoricé para que fuera mejor consejero de lo que yo hubiera podido soñar haber sido.
"Quiéranse, simplemente".- Fueron las primeras y últimas palabras de mi hijo como nuevo consejero.
No debió hablarle así al amor. Ni a la guerra.
No es tan fácil.
De hecho,
es tan
tan
complicado.
Lunas noches.
Uno lo quería para hacer la guerra.
El otro, para hacer el amor.
Ambos con la enemiga.
Yo, consejero, (bastante irónico), les digo:
"Podríamos llegar a un acuerdo. Una corregencia haría de este reino algo grande".
"¿Entre quién? Dos hombres no pueden reinar, ni aunque fueran hermanos."- Dijo el de la guerra.
"Bueno, la mujer de su hermano seguro y estaría dispuesta a reinar junto a usted, mi señor".- Dije sin estar muy seguro.
Miro al del amor. Su cara me tranquiliza pero me preocupa.
Triste, pero sonriendo.
Esa expresión quedaría en mi cabeza hasta que se desprendiera de mis hombros por alguna hoja justiciera.
"¡De acuerdo!".- Exclamó el de la guerra- "Habrá corregencia, pero también habrá guerra y amor con nuestra enemiga".
"En eso consiste quererse...".- Pensé para mí.
Roto, pero sonriendo. Ese era mi estado después del pacto.
A los años, tuve un hijo, que, con todas mis ganas, tutoricé para que fuera mejor consejero de lo que yo hubiera podido soñar haber sido.
"Quiéranse, simplemente".- Fueron las primeras y últimas palabras de mi hijo como nuevo consejero.
No debió hablarle así al amor. Ni a la guerra.
No es tan fácil.
De hecho,
es tan
tan
complicado.
Lunas noches.
martes, 20 de agosto de 2019
Rota.
Así te conocí.
Esto se puede asociar con cualquier persona que haya conocido después de los 16 años.
Y si tú, que me lees, crees que no lo estabas, creeme que lo estabas.
Defecto mío creer que puedo reparar aquello que no he roto.
Afecto al besarte sin romperte, rompiendome yo, como si fuera otro.
Loco, por andar por tus lunas y lunares, por nadar en tu cuerpo aunque el agua fuera poca.
Me han partido el corazón igual que me han partido la boca.
También me partiste varias veces el labio de abajo.
Bruta.
Cada vez que mi cabeza tira para donde estás le grito
"Gira,
que no es tuya".
La verdad es que me hubiera gustado discutir contigo mucho más de lo que discutimos en todos esos años. Invitarte otra vez a vino.
Que solo haya un "chin".
Pero no.
Egoísmo se casó con cobardía
Y me
puso
fin.
Lunas noches.
Esto se puede asociar con cualquier persona que haya conocido después de los 16 años.
Y si tú, que me lees, crees que no lo estabas, creeme que lo estabas.
Defecto mío creer que puedo reparar aquello que no he roto.
Afecto al besarte sin romperte, rompiendome yo, como si fuera otro.
Loco, por andar por tus lunas y lunares, por nadar en tu cuerpo aunque el agua fuera poca.
Me han partido el corazón igual que me han partido la boca.
También me partiste varias veces el labio de abajo.
Bruta.
Cada vez que mi cabeza tira para donde estás le grito
"Gira,
que no es tuya".
La verdad es que me hubiera gustado discutir contigo mucho más de lo que discutimos en todos esos años. Invitarte otra vez a vino.
Que solo haya un "chin".
Pero no.
Egoísmo se casó con cobardía
Y me
puso
fin.
Lunas noches.
lunes, 19 de agosto de 2019
Bailar entre cajas.
De nuevo, aquí estamos.
Me escribiste para decirme que ya no me ibas a escribir más.
Algo tan bien sabido, como callado.
La presunción me quiere hacer daño. Debería hacerme daño.
No lo hace.
"Creo que estoy bien", pienso, mientras hago mi maleta para irme de aquel ático al que llamas pensamientos.
Me quedé con ganas de sentir más, la verdad.
La mañana en que se abrió la caja de Pandora, iba en pantalones cortos negros. Nunca pensé que algo de color negro pudiera resultar feo o desfavorecedor. Y, sin embargo, ese pantalón me plantaba todas las dudas ante mis narices, derramándose sobre mis hombros en olas de "pude haber hecho más" y "nunca fui suficiente".
Esa mañana estaba feo, pero más importante aún: me sentía feo. Los días habían estado envueltos en una abrasadora brisa y el verano aún se antojaba largo y lleno de sorpresas, que titilaban como luciérnagas en el horizonte.
Subí a la furgoneta para volver a casa, como un padre cansado de sus hijos volviendo a su indeseada cama. Coloqué mi macuto debajo mía (qué raro se me hace esto de viajar tanto sin ser el sitio en el que estás tú) y las manos enguantadas de ganas de abrazarme.
Y entonces tú apareces en mi cabeza.
Empieza un baile.
La mañana en que se abrió la caja de Pandora, yo me quedé petrificado, como si hubiera visto a todos los fantasmas del mundo corriendo en tropel para robarme el alma. No recuerdo si pestañeé.
Seguramente no.
Como por arte de magia, numerosos engranajes empezaron a correr y a girar dentro de mí, activando un mecanismo que ya daba por obsoleto.
Suena música.
Mil cosas se me pasaron por la cabeza. Y ninguna de ellas era girarme y mirarte.
Al pasar al lado mía, me miraste. Dos veces. Yo seguí con la mirada fija al frente, como si la carretera que veía fuera la cosa más importante del mundo. O como si en ese momento me hallara inmerso en complejas meditaciones sobre el origen del universo.
Cualquier invento menos pensar en que acababa de entrar en el baile la persona que alguna vez me había roto el corazón.
(Dos veces.)
Y la caja de Pandora se abrió y se desparramaron fotos viejas y pañuelos bordados, canciones prohibidas y sentimientos atrapados en frascos con etiquetas que han amarilleado con el paso del tiempo. El polvo de estrellas se quedó flotando en el aire. Y sobre mi pantalón negro, igual que aquel vestido verde, se derramó el perfume de los recuerdos que se acumulan en los áticos de las casas antiguas.
Cuántas cosas te hubiera dicho si no hubiera sido por el hecho de que tú y yo ahora hablamos idiomas distintos.
Rato después, cuando por fin llegué a mi destino y me bajé de la furgoneta, noté que ya no me ibas a mirar nunca más.
Y, al notar eso, ni siquiera te dirigí la mirada cuando empecé a caminar por la acera, antes de que la noche llegara de nuevo.
Puede que pensaras que ni siquiera fui consciente de que estabas ahí. A decir verdad, creo que lo prefiero así.
Lo único que importaba era que la caja de Pandora había sido abierta de nuevo.
Y a ver quién era la persona bienaventurada que la conseguía volver a cerrar.
Lunas noches.
Me escribiste para decirme que ya no me ibas a escribir más.
Algo tan bien sabido, como callado.
La presunción me quiere hacer daño. Debería hacerme daño.
No lo hace.
"Creo que estoy bien", pienso, mientras hago mi maleta para irme de aquel ático al que llamas pensamientos.
Me quedé con ganas de sentir más, la verdad.
La mañana en que se abrió la caja de Pandora, iba en pantalones cortos negros. Nunca pensé que algo de color negro pudiera resultar feo o desfavorecedor. Y, sin embargo, ese pantalón me plantaba todas las dudas ante mis narices, derramándose sobre mis hombros en olas de "pude haber hecho más" y "nunca fui suficiente".
Esa mañana estaba feo, pero más importante aún: me sentía feo. Los días habían estado envueltos en una abrasadora brisa y el verano aún se antojaba largo y lleno de sorpresas, que titilaban como luciérnagas en el horizonte.
Subí a la furgoneta para volver a casa, como un padre cansado de sus hijos volviendo a su indeseada cama. Coloqué mi macuto debajo mía (qué raro se me hace esto de viajar tanto sin ser el sitio en el que estás tú) y las manos enguantadas de ganas de abrazarme.
Y entonces tú apareces en mi cabeza.
Empieza un baile.
La mañana en que se abrió la caja de Pandora, yo me quedé petrificado, como si hubiera visto a todos los fantasmas del mundo corriendo en tropel para robarme el alma. No recuerdo si pestañeé.
Seguramente no.
Como por arte de magia, numerosos engranajes empezaron a correr y a girar dentro de mí, activando un mecanismo que ya daba por obsoleto.
Suena música.
Mil cosas se me pasaron por la cabeza. Y ninguna de ellas era girarme y mirarte.
Al pasar al lado mía, me miraste. Dos veces. Yo seguí con la mirada fija al frente, como si la carretera que veía fuera la cosa más importante del mundo. O como si en ese momento me hallara inmerso en complejas meditaciones sobre el origen del universo.
Cualquier invento menos pensar en que acababa de entrar en el baile la persona que alguna vez me había roto el corazón.
(Dos veces.)
Y la caja de Pandora se abrió y se desparramaron fotos viejas y pañuelos bordados, canciones prohibidas y sentimientos atrapados en frascos con etiquetas que han amarilleado con el paso del tiempo. El polvo de estrellas se quedó flotando en el aire. Y sobre mi pantalón negro, igual que aquel vestido verde, se derramó el perfume de los recuerdos que se acumulan en los áticos de las casas antiguas.
Cuántas cosas te hubiera dicho si no hubiera sido por el hecho de que tú y yo ahora hablamos idiomas distintos.
Rato después, cuando por fin llegué a mi destino y me bajé de la furgoneta, noté que ya no me ibas a mirar nunca más.
Y, al notar eso, ni siquiera te dirigí la mirada cuando empecé a caminar por la acera, antes de que la noche llegara de nuevo.
Puede que pensaras que ni siquiera fui consciente de que estabas ahí. A decir verdad, creo que lo prefiero así.
Lo único que importaba era que la caja de Pandora había sido abierta de nuevo.
Y a ver quién era la persona bienaventurada que la conseguía volver a cerrar.
Lunas noches.
sábado, 27 de julio de 2019
Sin querer.
Te he imaginado.
Cansada, llegando de un largo día de trabajo, y con ganas de quitarte las zapatillas.
Te he imaginado.
Recibiendo una llamada de la que siempre te anima a salir. Aceptas.
Te he imaginado.
Llegando a un pub en el que esté yo, (borracho de mí), y te acerques a saludarme.
Te he imaginado.
Mirándome, dudando, queriendo saber lo que pienso. Te abrazo.
Me rompo.
Te he imaginado.
Volviendo con tus amigos, metiéndote en la conversación como si nada.
Como si nadara todo lo malo lejos de tu cabeza.
Pero no es así.
Te he imaginado.
Queriendo imaginarnos. Queriendo que te lama las heridas, que tú me lamas.
Que ardamos. Sin ahogarnos.
Te he imaginado.
Volviendo a casa, habiéndote pasado de cervezas, queriendo no estar donde estás.
Lloras. Te quedas dormida.
Te he imaginado, y todavía
lo
hago.
Lunas noches.
Cansada, llegando de un largo día de trabajo, y con ganas de quitarte las zapatillas.
Te he imaginado.
Recibiendo una llamada de la que siempre te anima a salir. Aceptas.
Te he imaginado.
Llegando a un pub en el que esté yo, (borracho de mí), y te acerques a saludarme.
Te he imaginado.
Mirándome, dudando, queriendo saber lo que pienso. Te abrazo.
Me rompo.
Te he imaginado.
Volviendo con tus amigos, metiéndote en la conversación como si nada.
Como si nadara todo lo malo lejos de tu cabeza.
Pero no es así.
Te he imaginado.
Queriendo imaginarnos. Queriendo que te lama las heridas, que tú me lamas.
Que ardamos. Sin ahogarnos.
Te he imaginado.
Volviendo a casa, habiéndote pasado de cervezas, queriendo no estar donde estás.
Lloras. Te quedas dormida.
Te he imaginado, y todavía
lo
hago.
Lunas noches.
martes, 23 de julio de 2019
El caballero de las flores.
Me ahoga la rabia, me vence el cansancio.
Tras romper todos los cristales, ya sólo queda recomponerlos y edificar algo hermoso en medio de toda esta inmundicia. Que nazcan las flores en los campos de batalla. Que crezca la vida donde alguna vez se derramó la sangre.
Tengo la piel sucia, llena de veneno y sal, tras tirarme de barcos que zozobraban y amenazaban con naufragar. Llegué hasta las profundidades abisales, donde reina la oscuridad absoluta y moran criaturas extrañas con aspecto de pesadilla. Recorrí los esqueletos de barcos hundidos que tuvieron la desgracia de hallar su tumba en el fondo del mar. Me salieron ronchas, escamas, cicatrices que me recorrieron los brazos y me treparon por la garganta, como una planta enredadera repleta de espinas.
Y, en el fondo, en ese mísero fondo, sólo estaba yo.
Tardé demasiado en darme cuenta de que no necesitaba más.
Corté todas las malas hierbas que infestaban mi jardín. Abrí las ventanas de mi casa para que pudiera entrar aire puro, y para que las corrientes del nuevo día pudieran llevarse todo lo viejo, todo lo muerto. Le di una capa de pintura a mi mirada desvencijada y cubrí de flores todas las trincheras donde tantas veces me vi morir.
Flores. Qué (des)gracia.
Y, aun así, todavía me enfado. Me enfado cuando, en la travesía, llegan hasta mis oídos los agudos cantos de sirena, presagio de horrores y maravillas. Y me enfado cuando me abrazan incendios que no sé apagar, y lentamente rodean mi cuello suaves lazos de seda y brasas.
Pero sigo nadando. Estoy demasiado ocupado para perder el tiempo contemplando horizontes que me ofrezcan oasis imposibles; tengo una guerra que librar, una revolución que llevar a cabo (va a ser violenta, y va a dejar muchísimas cosas por el camino).
Mejor ser el caballero de las flores que se me impone.
No quiero arder.
No puedo.
Más.
Lunas noches.
Tras romper todos los cristales, ya sólo queda recomponerlos y edificar algo hermoso en medio de toda esta inmundicia. Que nazcan las flores en los campos de batalla. Que crezca la vida donde alguna vez se derramó la sangre.
Tengo la piel sucia, llena de veneno y sal, tras tirarme de barcos que zozobraban y amenazaban con naufragar. Llegué hasta las profundidades abisales, donde reina la oscuridad absoluta y moran criaturas extrañas con aspecto de pesadilla. Recorrí los esqueletos de barcos hundidos que tuvieron la desgracia de hallar su tumba en el fondo del mar. Me salieron ronchas, escamas, cicatrices que me recorrieron los brazos y me treparon por la garganta, como una planta enredadera repleta de espinas.
Y, en el fondo, en ese mísero fondo, sólo estaba yo.
Tardé demasiado en darme cuenta de que no necesitaba más.
Corté todas las malas hierbas que infestaban mi jardín. Abrí las ventanas de mi casa para que pudiera entrar aire puro, y para que las corrientes del nuevo día pudieran llevarse todo lo viejo, todo lo muerto. Le di una capa de pintura a mi mirada desvencijada y cubrí de flores todas las trincheras donde tantas veces me vi morir.
Flores. Qué (des)gracia.
Y, aun así, todavía me enfado. Me enfado cuando, en la travesía, llegan hasta mis oídos los agudos cantos de sirena, presagio de horrores y maravillas. Y me enfado cuando me abrazan incendios que no sé apagar, y lentamente rodean mi cuello suaves lazos de seda y brasas.
Pero sigo nadando. Estoy demasiado ocupado para perder el tiempo contemplando horizontes que me ofrezcan oasis imposibles; tengo una guerra que librar, una revolución que llevar a cabo (va a ser violenta, y va a dejar muchísimas cosas por el camino).
Mejor ser el caballero de las flores que se me impone.
No quiero arder.
No puedo.
Más.
Lunas noches.
jueves, 6 de junio de 2019
Oxidado.
Con todos los obstáculos que se pusieron ese día en mi camino,
yo me fui a tropezar con tu mirada.
Silencio.
Se cierra el telón.
(Y te fui a encontrar,
como siempre,
entre bambalinas)
Te voy a confesar una cosa:
aquello fue mi corazón alzando el vuelo
(creo que todavía no ha vuelto)
Si alguna corriente en el océano
te acaba arrastrando a mi mar
y terminas en este rincón apartado
del todo y de la nada,
tan sólo quiero que sepas una cosa:
ojalá estés bien,
porque nada deseo más
guerrera de la armadura
oxidada.
Lunas noches.
yo me fui a tropezar con tu mirada.
Silencio.
Se cierra el telón.
(Y te fui a encontrar,
como siempre,
entre bambalinas)
Te voy a confesar una cosa:
aquello fue mi corazón alzando el vuelo
(creo que todavía no ha vuelto)
Si alguna corriente en el océano
te acaba arrastrando a mi mar
y terminas en este rincón apartado
del todo y de la nada,
tan sólo quiero que sepas una cosa:
ojalá estés bien,
porque nada deseo más
guerrera de la armadura
oxidada.
Lunas noches.
viernes, 31 de mayo de 2019
Doble nacionalidad, por favor.
Me dispongo a recorrer esa frontera de lo que llamamos "dentro".
También conocida como piel.
Últimamente, ando bajo la jurisdicción de tus latidos,
de tus miradas.
De cómo pasas todo lo malo,
a ser absolutamente nada.
Vivimos, respiramos y sentimos envueltos siempre y a todas horas por ese abrigo de poro y vello.
Hace también de aduana para las cosas que realmente valen la pena.
Pocas son las cosas que la pasan, que evitan los controles.
Un beso, un buen beso, jamás se queda en la superficie.
Una buena epidermis le sellará visado indefinido.
Las primeras caricias obtienen también la ciudadanía inmediata.
No pasa con los te quiero, los te adoro, los te necesito, que necesitan renovar su pasaporte con una frecuencia máxima de 24 horas.
La vigencia de las heridas dependerá en lo que tarden en convertirse en cicatriz.
Cicatrices que se sanan cuando lloras.
Hablando de agua, también es bueno que la piel sea un tanto impermeable.
Que consiga que ciertas cosas, directamente, le resbalen.
La gente tóxica, por ejemplo, o los insultos gratuitos y los que no lo sean.
También debe resbalarte el cómo te veas por fuera, y calarte bastante el cómo estés por dentro.
Y, ¿cómo se hace?
Pues cada cual tendrá su manera.
Yo hace tiempo que dejé de escuchar a quien no me quiere bien.
Sobre todo a mí mismo.
Claro que, para eso, es imprescindible dejar de querer gustarle a todo el mundo.
De cualquier modo, el problema viene cuando dejamos pasar a quien no debe y no dejamos entrar a quien sí tendría que hacerlo.
Básicamente, porque jamás podemos prever el alcance del desperfecto y porque luego cuesta mucho más de sacar.
Tener piel fina para los que no lo merecen y gruesa para quien nos debería traspasar.
Nada de todo esto tendría ningún sentido si la piel fuese inodora. Si cada piel no tuviese su propio aroma, que más que perfume se trata de su manera de comunicarse, de su manera de hablar.
Dicen que es el idioma de las feromonas.
Yo prefiero pensar que es el idioma de los amantes, porque es el que sólo se practica a la distancia en la que ya no hace falta hablar.
Lo ves, vuelvo a pensarte y se me erizan hasta las patillas de las gafas.
Mi sangre se cree pato y se pone a migrar rumbo al sur.
Y por supuesto, de pronto, la ropa deja de tocarme.
Me llama la atención que, cuando se eriza la piel, se le llame "piel de gallina".
Con lo valientes que debemos ser para sentirlo.
Aquí me despido, con el pensamiento de que
todo lo que se nos pase por cada rincón de nuestra cabeza y nuestro corazón,
deberíamos
per
mi
tir
lo.
R.M.
También conocida como piel.
Últimamente, ando bajo la jurisdicción de tus latidos,
de tus miradas.
De cómo pasas todo lo malo,
a ser absolutamente nada.
Vivimos, respiramos y sentimos envueltos siempre y a todas horas por ese abrigo de poro y vello.
Hace también de aduana para las cosas que realmente valen la pena.
Pocas son las cosas que la pasan, que evitan los controles.
Un beso, un buen beso, jamás se queda en la superficie.
Una buena epidermis le sellará visado indefinido.
Las primeras caricias obtienen también la ciudadanía inmediata.
No pasa con los te quiero, los te adoro, los te necesito, que necesitan renovar su pasaporte con una frecuencia máxima de 24 horas.
La vigencia de las heridas dependerá en lo que tarden en convertirse en cicatriz.
Cicatrices que se sanan cuando lloras.
Hablando de agua, también es bueno que la piel sea un tanto impermeable.
Que consiga que ciertas cosas, directamente, le resbalen.
La gente tóxica, por ejemplo, o los insultos gratuitos y los que no lo sean.
También debe resbalarte el cómo te veas por fuera, y calarte bastante el cómo estés por dentro.
Y, ¿cómo se hace?
Pues cada cual tendrá su manera.
Yo hace tiempo que dejé de escuchar a quien no me quiere bien.
Sobre todo a mí mismo.
Claro que, para eso, es imprescindible dejar de querer gustarle a todo el mundo.
De cualquier modo, el problema viene cuando dejamos pasar a quien no debe y no dejamos entrar a quien sí tendría que hacerlo.
Básicamente, porque jamás podemos prever el alcance del desperfecto y porque luego cuesta mucho más de sacar.
Tener piel fina para los que no lo merecen y gruesa para quien nos debería traspasar.
Nada de todo esto tendría ningún sentido si la piel fuese inodora. Si cada piel no tuviese su propio aroma, que más que perfume se trata de su manera de comunicarse, de su manera de hablar.
Dicen que es el idioma de las feromonas.
Yo prefiero pensar que es el idioma de los amantes, porque es el que sólo se practica a la distancia en la que ya no hace falta hablar.
Lo ves, vuelvo a pensarte y se me erizan hasta las patillas de las gafas.
Mi sangre se cree pato y se pone a migrar rumbo al sur.
Y por supuesto, de pronto, la ropa deja de tocarme.
Me llama la atención que, cuando se eriza la piel, se le llame "piel de gallina".
Con lo valientes que debemos ser para sentirlo.
Aquí me despido, con el pensamiento de que
todo lo que se nos pase por cada rincón de nuestra cabeza y nuestro corazón,
deberíamos
per
mi
tir
lo.
R.M.
Merecer.
Te descubrí de casualidad.
No esperaba a nadie. No quería a nadie. Me habían vaciado como a una canción que se repite una y otra y otra vez.
Curioso que el mundo sea tan pequeño y no coincidiera contigo antes.
Difícil amarte más.
Ese es el problema. ¿Y si no te quiero más? ¿Y si todo empieza a arder?
El caso es que me miras con indiferencia. Necesito que me dejes claro que te importo.
Que me tienes en cuenta.
Que me quieres.
Las letras se me aturullan en la garganta.
Imagina si se convirtieran en palabras.
Nunca he llorado delante tuya.
Falta poco.
Lunas noches,
No esperaba a nadie. No quería a nadie. Me habían vaciado como a una canción que se repite una y otra y otra vez.
Curioso que el mundo sea tan pequeño y no coincidiera contigo antes.
Difícil amarte más.
Ese es el problema. ¿Y si no te quiero más? ¿Y si todo empieza a arder?
El caso es que me miras con indiferencia. Necesito que me dejes claro que te importo.
Que me tienes en cuenta.
Que me quieres.
Las letras se me aturullan en la garganta.
Imagina si se convirtieran en palabras.
Nunca he llorado delante tuya.
Falta poco.
Lunas noches,
sábado, 25 de mayo de 2019
Eres bosque.
Tú vuelves a las mareas
Yo, a mis bosques...
Esto es lo que nos pasa siempre. Tiramos de la cuerda hasta que cede y se rompe.
Gritamos hasta que los cristales se quiebran para luego quejarnos de que las corrientes heladas nos congelan los huesos.
Yo te mareo tanto que al final emprendes el vuelo.
Tú me quemas a un nivel del que sólo soy consciente cuando todo está ya en llamas.
Quizá tu lugar sea cualquiera menos el que se encuentre en mi órbita.
Quizá los búhos sepan comprenderte mejor que yo.
Sólo sé que cuando vienes, ardo, y, cuando te marchas, me muero de frío.
No sé por qué me preguntaste aquel día si había escrito sobre ti alguna vez.
Supongo que no te imaginas que eres tú quien me pone los tarros de tinta encima de la mesa.
O tal vez sean los cuervos.
Quizá sea tu pelo que me grita: "tira de mi
hasta que salten
mis
huesos".
Yo, a mis bosques...
Esto es lo que nos pasa siempre. Tiramos de la cuerda hasta que cede y se rompe.
Gritamos hasta que los cristales se quiebran para luego quejarnos de que las corrientes heladas nos congelan los huesos.
Yo te mareo tanto que al final emprendes el vuelo.
Tú me quemas a un nivel del que sólo soy consciente cuando todo está ya en llamas.
Quizá tu lugar sea cualquiera menos el que se encuentre en mi órbita.
Quizá los búhos sepan comprenderte mejor que yo.
Sólo sé que cuando vienes, ardo, y, cuando te marchas, me muero de frío.
No sé por qué me preguntaste aquel día si había escrito sobre ti alguna vez.
Supongo que no te imaginas que eres tú quien me pone los tarros de tinta encima de la mesa.
O tal vez sean los cuervos.
Quizá sea tu pelo que me grita: "tira de mi
hasta que salten
mis
huesos".
Lunas noches.
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