Yo, a mis bosques...
Esto es lo que nos pasa siempre. Tiramos de la cuerda hasta que cede y se rompe.
Gritamos hasta que los cristales se quiebran para luego quejarnos de que las corrientes heladas nos congelan los huesos.
Yo te mareo tanto que al final emprendes el vuelo.
Tú me quemas a un nivel del que sólo soy consciente cuando todo está ya en llamas.
Quizá tu lugar sea cualquiera menos el que se encuentre en mi órbita.
Quizá los búhos sepan comprenderte mejor que yo.
Sólo sé que cuando vienes, ardo, y, cuando te marchas, me muero de frío.
No sé por qué me preguntaste aquel día si había escrito sobre ti alguna vez.
Supongo que no te imaginas que eres tú quien me pone los tarros de tinta encima de la mesa.
O tal vez sean los cuervos.
Quizá sea tu pelo que me grita: "tira de mi
hasta que salten
mis
huesos".
Lunas noches.
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