Ella era delicada, casi se podía romper con solo mirarla.
Él, fuerte y con el pelo largo, la amaba como a nadie.
De hecho, cada vez que la miraba, se le caía la baba.
Una noche, el león le hizo "el bocado del tigre".
Se coló de fuerza y la mató.
Es algo normal.
Él, al fin y al cabo, era un león.
Había probado la sangre y, muy a su pesar, significaba el final.
O, ¿era el principio?
Gruñó. Nunca volvería a ser el mismo.
Lunas noches.
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