sábado, 4 de marzo de 2017

Sonrío por gusto a la mirada ajena.

Prometo que nunca, y también que siempre.
Juro imposibles cargados de ganas. 
Pierdo por el simple gusto de verte ganar a ti. 
Fumo, porque la vida nos maltrata lo suficiente como para no querer recortarla un poco. 
Bebo para ahogarme entre sirenas desnudas y contarle a ellas todas mis líneas.

Escribo lo que "nunca" te diría mirándote a los ojos.

Me quedo sin ropa por el mero placer de cubrirme de nada y sentir la ausencia de léxico que nos falta.
Cuando el frío no me alcanza tan adentro y quiero decirte que te quiero,
pero no como todos te han dicho que te quieren, si no de otro modo.

Me alejo para verte ausente y sentir la falta de lluvia sobre los hombros. 

Camino hacia ningún lugar sabiendo que no podría perderme mientras me agarre de la mano y crea que es la tuya. 
Soy el tonto que quiere verte ser feliz,
y afirmar que la vida son esos pedacitos de esperanza que ganamos con cada abrazo o con uno de esos besos.
Justo en la comisura izquierda de tu boca.
He sangrado de versos, corazón, manos y rodillas sin dejar de amar el intento en vano. 
Soy la nada, el nadie, ningún lugar.

Ahora dime, ¿De cuántos miedos más me tengo que despojar para que me re-conozcas? 

He creado de tu ombligo trinchera para morir en silencio, ya no lato a toda voz ni quiero salir corriendo.
Nadie me explicó lo que era el miedo.

Tienes el tiempo entre los dedos, dispara cuando quieras, a mí ya no me queda nada más que sacarme y así, desnudo de principios...
te regalo todos mis finales. 

Siempre se te ha dado bien ponerme los pelos de punta con los textos de tu libreta.
Ahora me toca a mí.

Deja que bese despacio
cada pedacito

de

ti.















Lunas noches.

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