martes, 24 de enero de 2017

Pánico práctico a lo tóxico.

"Vete ya de aquí."

Eso le dije a mi cara larga,
a mis enfados,
a mi almohada cuando no te ve dormir.

Verte no, pero olerte... demasiado.
Huele a mordiscos,
a lametones,
a tendones.

Huele a cada trozo de piel que se puso a sudar a borbotones.

Huele a tu miedo de volar lejos de la nave,
a cuando me mira y se pone seria,
que parece que ha visto algo grave,
ahí es cuando más aprieta.

Ha visto un incendio, una mala idea o...
el color de mi alma abocada al suicidio más absoluto,
en la esquina izquierda de su clavícula.

Siendo sinceros, es un buen lugar donde morir,
donde producir dolor,
y desear que me aprieten tus piernas.

Son lo mejor para quitar el sudor.
Provocarlo mejor.

A estas alturas, es normal el vértigo,
ver la litro medio llena y medio vacía,
tratar de calmar todo tu frío,
oír tu risa al decirte tonterías.

Ahora que pienso más y me lo pienso menos,
quiero verte el culo cerca de la puerta,
pedirte que cierres por dentro,
y decirte:
"ven, que te voy a dejar un poco loca,
traerte un bol al desayuno lleno
con las trucos que sabe hacer mi boca,
que ya no me contengo las ganas,
y, créeme,
no
son
pocas."












Lunas noches.

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