Después de mojar el poco pan que le quedaba en el primer café del día, buscó silencio.
Una aprobación de su barba. Unas arcadas que no llegaban. Un simple "buenos días, cosa bonita".
Pagó su tardanza. Y eso que siempre tenía prisa.
Estaba en casa y quería irse a casa.
Se abrazaba queriendo abrazar su propio corazón sin llegar a abarcarse del todo.
Ponerse lencería fina era uno de sus hobbys. De hecho, disfrutaba ella sola mirándose al espejo.
Se maravillaba de sí misma.
Como para no hacerlo...
Era día de paga, toca salir.
Un bar con poco que ofrecer y mucho que salvar.
Ella, siempre tan oportuna, giró su cabeza hacia la puerta y lo vio.
Con lo mejor que tenía en su armario y una mirada de lo más oscura.
La noche empezó a prometer.
Y mucho.
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