Trato de no pensar en lo que me acaban de decir,
trato de ponerme la máscara recomendada para que no se note.
"No llores", me digo mientras pienso en la suerte que tengo de estar allí.
De estar donde quiero y con quien quiero estar.
De estar.
Te debo una entrada.
Te debo más de una lágrima.
Y espero encantado el momento de que lleguen.
Mientras, deberás esperar.
La máscara se funde entre alcohol, caricias y "te quiero's" con la mirada.
Se funde para dejar paso a buenos momentos,
momentos que merecen la pena y la alegría de ser vividos.
De ser mordidos.
Te cojo de la mano y me pierdo contigo.
Me encuentro mejor que nunca.
Te tiro del vestido.
Te digo:
- Vamos al servicio.
Me giro. No queremos que haya testigos.
Nos lo ponen fácil. Velas y pestillo.
Empiezo a quererte y tu reflejo me da una idea.
Quiero que te veas como yo te veo.
Riendo, gimiendo, temblando.
Me persigue el recuerdo de tus converse retorciéndose mientras mis dedos dibujan lo que mi lengua quiere hacerte.
Trato de rematarlo, pero el sitio no permite respetarnos.
Al salir nos pilla el guarda.
Menos mal que no se enfada.
Escuchar Andrés Suárez es como volver a besarte y llevo seis horas
tocándome los labios.
No sé si me duele más no estar a tu lado
o las manos de esperarte,
dándoselo todo a un calendario caduco y caducado.
Menos mal que en 5 días estoy abrazando
cada uno de tus pétalos,
mientras tus piernas me susurran:
"Para
que me estás
matando."
Lunas noches.
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