domingo, 8 de junio de 2014

Diario de una Volátil. || VOL. III

Después de mojar el poco pan que le quedaba en el primer café del día, buscó silencio.
Una aprobación de su barba. Unas arcadas que no llegaban. Un simple "buenos días, cosa bonita".
Pagó su tardanza. Y eso que siempre tenía prisa.
Estaba en casa y quería irse a casa.
Se abrazaba queriendo abrazar su propio corazón sin llegar a abarcarse del todo.
Ponerse lencería fina era uno de sus hobbys. De hecho, disfrutaba ella sola mirándose al espejo.
Se maravillaba de sí misma.
Como para no hacerlo...
Era día de paga, toca salir.
Un bar con poco que ofrecer y mucho que salvar.
Ella, siempre tan oportuna, giró su cabeza hacia la puerta y lo vio.
Con lo mejor que tenía en su armario y una mirada de lo más oscura.
La noche empezó a prometer.
Y mucho.

Diario de una Volátil. || VOL. II

Vida era lo que no tenía debido a su salud imperfecta. Le gustaba poco esa palabra pero cuando se trata de estar bien... perfección y precisión casan demasiado bien.
Chica fuerte, como el limón, como un conejo que no deja de correr.
Cuando pudo mirarse al espejo vio exactamente eso. Un conejo con chaleco, con prisas, con una barra de pan que comprar cada día.
Cuando iba, siempre era educada. No le parecía bien vivir sin tener un mínimo de cortesía.
Volvía a casa y en el camino se comía la esquina de cada una de las barras que compraba.
Tiraba el pan cuando llegaba a casa, quería verlo y olerlo.
Aquel hombre olía a pan recién hecho y era tierno como pan recién hecho.
Después de hacer el amor de él no quedaron ni las migas.
De ella, la corteza.
Una mujer complicada, que sabía que era complicada, acababa de complicarse la vida aún más.
Y era feliz.
O eso parecía.

martes, 3 de junio de 2014

Diario de una Volátil. || VOL. I

Va a resultarme algo raro escribir de esto y de esta manera. Busco reivindicación y confío en tenerla. Sin más dilación. Disfrute.


Se trataba de una chica con múltiples habilidades.
Una de ellas era la de bailar.
El baile de los viernes.
El baile de la victoria.
El baile de "pues no bailo tan mal".
El baile de "si me mira, me desmonta".
El baile de una suicida con poco que celebrar.
En uno de esos momentos de baile cíclico y vital, se dio cuenta.
No buscaba magia, sí contundencia.
Buscaba saludar. Decir no, decir sí. Beber todo el café que pudiera. Café era el color de sus ojos posiblemente debido a esas cantidades ingentes de líquido provocador de insomnio.
Qué gracia.
Él le producía ese efecto sin ser café.
Siendo dulce. Amargo. Tenso. Práctico.
Su risa nerviosa era lo único que le mantenía en pie. El ser escéptica sobre esa feria.
Mucho que mirar, poco que observar.
En realidad, por eso no era escéptica.
Lo era porque creía que esa noche iba a ser una noche más, sin embargo, estando él, no estaba tan segura de eso.
Se perdió entre cafés, camisas que le quedaban largas y botones sin coser.
La melodía de sus mañanas, a partir de ese día, eran sollozos. Una melodía que iba a perdurar por cada página de su libro viajero llamado vida. Si es que se merecía tener ese nombre.