miércoles, 14 de mayo de 2014

Despegamos.

Hoy he estado en clase y he mantenido una conversación muy interesante con uno de mis "elegidos".

- Sergio, ¿cuándo nos vamos a casa?
- Pues no lo sé. Supongo de dentro de una hora.
- Pues yo no quiero hacer la ficha.
- ¿Y eso?
- Estoy cansado.
Esa cara que puso para intentar convencerme de que le dejase ir (como si yo pudiera), me convenció como pocas cosas lo han  hecho.
- Y yo también estoy cansado corazón, pero no podemos irnos.
- Pues yo quiero irme.
- ¿Sabes lo que quiero yo?
- ¿El qué?
- Una nave espacial.
- ¿Y eso para qué?
- Pues para irme lejos.
Una sonrisa era el final de la conversación.
En el momento en el cuál pensé lo que quería, me vino a la cabeza eso. Una nave espacial. Para ser más concretos, que me lleve a Granada y preferiblemente acompañado. Por ti.
En despegar con un dolor al hacerlo que no pueda pensar en otra cosa durante horas. Despegarme de ti.
De tu piel.
De tus manos y de tu boca.
De cada gota de sudor que emana de tu cuerpo.
Si es que me vuelves loco. Más, aún.
Y claro, en esos momentos me da por pensar en ti. Y eso me puede destrozar pero... ya pensaré cómo salgo de esa nave en caso de "siniestro total".

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