Dejé de ser cobarde.
De mirarme.
De mimarte.
Empecé a vivirte.
A ver en el espejo cada pelusa que,
con tu permiso,
recorría tu espalda.
Cuando te empecé a querer,
de una forma u otra,
empecé a crecer.
A viajar.
Sin moverme.
Lo justo, en realidad.
No quiero pensar en lo que será de mí,
cuando deje de quererte.
Cuando me de igual.
Cuando me porte mal.
O bien.
Pero esté.
Sea.
Sienta.
Lunas noches.
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